He visitado varias misiones y he escuchado las reflexiones, comentarios y apreciaciones de los compañeros. Lo que veo y escucho no es una novedad, lo conozco, lo he vivido, pero esta perspectiva que surge ante mis ojos me parece nueva.
Lo que descubro me da otra dimensión. Hay una vida profunda, un sentido, esperanza y alegría de vivir que a lo mejor es el privilegio del que va de paso, del que no está metido en harina. Esa atención a los pequeños, a los pobres, a las personas necesitadas, esa cercanía con las gentes de tantos pueblos y culturas... Me llamaba la atención, dando una vuelta por el mercado de Kalalé ayer, la cantidad de gente que se acercaba a saludar, pequeños y grandes, boo, bariba, peul o gando... y se lo decía a Satur.
-Antes éramos unos extranjeros. ¡cuanto ha cambiado la situación!
¿Esto es paternalismo? ¿Irresponsabilidad?
Ha sido la palabra que ha presidido este viaje y que recibí antes de emprenderlo, cuando estaba buscando artículos para nuestro boletín y me encontré una carta de Guillermo en la que le decía que estaba enfrascado en dejar un huerto bien plantado y rentable para que pudiera sustentar la iglesia de Goumori con sus uvas, racimos de bananos, chirimoyas, papayas... unos jardines colgantes como en Mesopotamia. Porque en el encuentro del presbiterio de la diócesis uno de los curas decía que los padres SMA habían trabajado en la evangelización, pero que habían sido unos paternalistas que no se habían preocupado en responsabilizar a la gente de su comunidad, de sus necesidades... y parece ser que eso lo decía delante de Jacques Jullia que había sido su gran valedor y padre.
¿Hay que buscar un nuevo sentido a nuestra presencia?
Somos pobres y pequeños y probablemente esa sea nuestra suerte porque vivimos cerca de los pequeños, sin grandes proyectos ni poderosas estructuras. Somos más flexibles y cercanos y será nuestra fraternidad, unión y colaboración la que nos salve y redima, con la gracia de Dios, claro.
Rafael Marco, sma.
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